viernes, 21 de octubre de 2011

La Carta

Querida y lejana:




Hace ya cincuenta años que no hablamos, desde aquel día que nos despedimos por teléfono. Hace cincuenta largos años abandoné mi tierra y me adentré en otra ciudad, mucho tiempo ha pasado desde que nos despedimos sin vernos, sin besos ni caricias, una despedida fría como se despide de alguien que se va a la guerra.

Mucho tiempo ha pasado desde mi última carta, en la que te contaba los sinsabores de una vida sin ti, la melancolía de no volverte a ver y desear que estuvieses a mi lado. Despedirme de ti no fue nada comparado con echarte de menos. Hace mucho que no te veo, ni que paso por allí donde paseamos agarrados.

Me cuentan que me olvidaste el día que me colgaste, que paseabas por ahí diciendo que no me conocías, y a quien tuviéramos en común pedías que no dijeran nada de mí. Pero de eso hace ya cincuenta largos años. 


Hoy ya soy más tierra que carne, y aun así me sigo acordando de ti. Hoy las nieve ocupa mi cabeza, y los pliegos de mi piel son muy marcados. Mi vida inconclusa lo seguirá siendo hasta cuando me vaya, porque me han quedado muchas cosas sin hacer, entre ellas dejar de anhelar tu ser. 

No sé si sigues viva, ni tan siquiera si me has intentado seguir el rastro desde la distancia. Nunca te lo he pedido, pero me hubiese gustado. No lo he puesto difícil tampoco. Nunca hubiese permitido que me me siguieras hasta el abismo, eso sí que no, pero con saber que estabas ahí, me hubiese bastado.

La última llamada, mi última postal, mi último mensaje que no funcionó... Ciertas veces me pregunto si seguirás donde siempre, si vuelvo saber donde encontrarte. Muchas veces me hago la pregunta de que si en estos últimos cincuenta años no nos hubiésemos dicho nunca adiós hoy seguiríamos durmiendo cogidos de la mano.


Hace ya cincuenta años que te escribo siempre la misma carta, al menos un par de veces al año, y siempre acaba en la basura. Nunca me atreví a mandarla, nunca me atreví a decirte muchas cosas a la cara, como para atreverme ahora a mandar una carta a un fantasma. Una cosa si quiero que sepas, algo que dije que te contaría y no lo hice nunca, mientras dormías te observaba, y ello me tranquilizaba y hacía olvidar todas mis penas y problemas. Aunque nunca te lo dije, me hubiese gustado que lo supieras antes de irme.


Si un día recibes esto, hazmelo saber antes de los próximos cincuenta años...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esperemos que tarde menos...